Tal vez si me detuviera un poco,
podría observar cada uno de los objetos que esconden esas puertas de madera,
dos puertas entre abiertas que dejan al descubierto un espacio olvidado; lleno
de recuerdos y objetos que ya no usare mas, el olor a humedad se combina con un
sutil olor a libros viejos, ese olor que
pocos saben apreciar. Son manchas de
agua trasminada y algunas de pintura las que decoran las paredes del
lugar, manchas que reflejan el uso que han tenido por varios años; el papel
principal de la historia se lo ha ganado una caja grande y rota de cartón que
por su tamaño atrae la atención inmediata de quien se detenga a observar el
lugar, desbordada principalmente de cubre camas decorados con flores, como se
usaban antes; ropa de distintos estilos, colores y tamaños que seguramente
fueron testigos de momentos importantes en la vida de una persona. Pero eso no
es todo, alrededor de la caja habitan un sinfín de libros con pastas gastadas y
hojas rotas, hay una plancha descompuesta, una televisión sin color, de esas
que aun tienen los abuelos. Hay una muñeca de cabellos rubios y rizados, ojos
azules pero que a cualquiera daría miedo.
Hay cosas simples, cosas que en su momento alguien se detuvo a observar.
Marcela Espinoza V.
Hoy me toca ser fría,
fría como la lluvia
esa lluvia que un día limpio nuestros labios gastados,
prestamos nuestros labios gastados,
tan gastados como los besos que un día te di,
besos tiernos que hoy en día no saben compartir los novios,
novios falsos como lo fuimos tu y yo,
estamos tu y yo tan entregados como la sonrisa que dibujas en mi rostro,
una sonrisa tan explícita como la felicidad que irradias al verme,
siempre supiste compartir tu felicidad como el sentimiento más
puro entre nosotros,
No puedo hablar de sentimientos sin mencionar el amor que te tengo, idéntico es el amor que te tengo al corazón que te entregue,
un corazón sediento de amor como el rojo de una flor.
Marcela Espinoza V.
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