domingo, 10 de febrero de 2013




TE RECUERDO AÚN.


Recuerdo despertar y ver tu callada mirada frente a mí.
Esa mirada, ese gesto, esos ojos,
ojos tan profundos llenos de vida y color,
color que reflejaba de ti tanta belleza,
una belleza producto de esa ternura y fragilidad
fragilidad de un hombre fuerte y débil a la vez, capaz de ser feliz
feliz con lo que la vida misma le ha dado, 
que ante las adversidades emana siempre tranquilidad.
Esa tranquilidad que transmite amor
un amor perfecto, un corazón lleno de paz
paz que brota y se transmite desde esa mirada profunda,
profunda como fue tu corazón, un corazón lleno de amor. 

Diana Rangel





Un cajón, el lugar de mis recuerdos o ¿recuerdos olvidados en un cajón?
Era de noche, subí lentamente las escaleras frías y obscuras,
no tan frías como mi habitación; entre ahí,
me senté sobre mi cama, volteé la mirada, y ahí estaba,
ahí estaba ese buró negro, que supongo, ah estado ahí desde siempre
pero esta vez le eh prestado atención.
Tiene 2 cajones, que, hacía tiempo que no los notaba.
Uno, del tamaño necesario como para guardar aquellas piezas que en algún tiempo fueron  mis favoritas.
Bastaba con solo bajar la mirada para llegar al segundo cajón,
lo abrí y noté que a diferencia del otro, este era más profundo,
tan profundo como para almacenar recuerdos.
Puedo ver que hay revistas, revistas ya leídas, sin importancia ahora,
Hay cajas, cajas llenas de cartas, unas importan otras no,
Hay regalos, regalos tan insignificantes quizás,
hay dulces sin sabor ya, pero por algo estarán allá
Hay pedazos de una historia
Hay también recuerdos de amor, amores temporales y amores inolvidables,
Hay también una mente que tal vez todo olvidó pues hay un corazón lastimado que olvidar prefirió.


Diana Rangel





Hola, tal vez el tiempo en que llegues a leer ésta carta sea muy distinto al que yo estoy ahora, quizás ni siquiera sea muy conocido esto de las cartas; pues las cosas cambian, las persona cambian y por tanto el mundo mismo cambia…

No dudo que tu mundo ahora sea muy interesante y supongo que al paso que vamos ahora para ese tiempo esté muy avanzado también y cuenten con muchos medios con los cuáles no contábamos cuando escribí yo ésta carta, pero me gustaría contarte que nosotros teníamos algo más hermoso y sorprendente, que de no haber sido por la mano del hombre no habría terminado. Así es, algo donde no había necesidad de la intervención directa del ser humano, pues era tan asombrosa que sola podía hacer su trabajo: la naturaleza misma.
Incluso hasta te puedas preguntar a que me refiero con esto, pues te diré, en mis tiempos era todo aquello que nos rodeaba sin haber sido modificado por nosotros los hombres; eran los animales, la tierra o el sol, el aire, ¡los árboles!.
Quise mostrarte una pequeña parte de esa belleza, es por eso que dentro de ésta carta eh pegado pequeñas hojitas de árboles. Que, bueno, durante su vida eran aún más bellas, pues tenían color, y vida misma; no las encontrarás solas pues siempre estarían junto a un árbol lleno de iguales a ellas, a menos que se desprendieran por razones naturales y el viento las arrastrara, lo cual era un espectáculo hermoso también.
Por supuesto que no hablaban ni podían moverse por sí solas pero dentro de ellas existía un mundo lleno de vida, tan pequeño como para poder lograr observar a simple vista pero tan grande como para ser capaces de proporcionar la vida misma a todos los demás seres vivos.
Los árboles estaban repletos de hojas como éstas, había de distintos tipos, formas, tamaños, colores; tanta variedad como no te podrías imaginar.  Claro que tenían su propio ciclo de vida, pero ese ciclo debería haberse seguido como lo era naturalmente sin intervención de nada ni nadie más que de lo mismo natural.
Pero además de darnos oxígeno para vivir, también podíamos alimentarnos, incluso algunas tenían propiedades curativas pues podían ser empleadas para curar algún tipo de malestar aunque también había algunas otras que eran venenosas y podían dañar severamente.
Como ves, eran tan sencillas pero verdaderamente sorprendentes, pues escondían un gran mundo impresionante dentro de ellas.

Diana Rangel


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